EL TEATRO EN ROMA: Plauto
En Roma existía una antigua tradición teatral de tipo popular. Las ceremonias religiosas iban acompañadas de mímica ritual y las fiestas populares daban pie a creaciones espontáneas. Ya en las danzas escénicas de los etruscos se combinaban las chanzas fesceninas (intercambios de burlas más o menos insultantes) y las saturae (o variedades) con los mimos y cantos de ritmos variados.
La conquista de la Italia Meridional puso a los romanos en contacto con las costumbres de las ciudades de la Magna Grecia, en las que proliferaban las representaciones teatrales griegas más diversas. Por otra parte, en Roma se habían hecho cada vez más frecuentes los juegos públicos y privados, organizados unas veces para obtener el favor de los dioses y, otras, para testimoniarles su gratitud por haberlo alcanzado. Todo ello contribuía a despertar la curiosidad del público por tales espectáculos.
La comedia latina fue instituida por decreto, casi en la misma época que lo fue la tragedia. En efecto, los ediles organizadores de los juegos encargaban a escritores de fama ( Livio Andrónico, Nevio, Ennio,…) la adaptación de obras griegas, para representarlas en los mismos. Estos adaptadores aclimataron el género, crearon compañías de actores y educaron al público.
En el siglo III a.C. surgieron los primeros teatros, consistentes al principio en simples tablados provisionales, instalados en un rincón de una plaza, cerca de algún templo. Su escenario (pulpitum) era sobrio, sin telón ni decorados. Ante él se apiñaba un público heterogéneo y bullicioso, al que un heraldo había de conminar a menudo a guardar silencio.
El director de la compañía solía comprar al adaptador la obra y la sometía a la aceptación de los promotores de los juegos. Los actores eran todos masculinos y algunos tenían que representar varios papeles en la misma obra. No usaban aún máscara y el atavío y las pelucas (blancas las de los ancianos, pelirrojas las de los esclavos) caracterizaban a los distintos personajes, que llevaban atuendos griegos (Fabulae Palliatae, de pallium, manto griego), en parte para no atentar con sus burlas contra la dignidad de la aristocracia romana, y, en parte, por la afición a lo exótico, demostrada por el público romano. Sólo a partir de Nevio aparecen tímidamente algunas tragedias de tema romano (praetextae, de praetexta, toga usada por ciertos magistrados).
En los escasos años que mediaron entre estas primeras adaptaciones de obras griegas y las primeras obras de Plauto (hacia el -215) se fueron gestando las tradiciones escénicas romanas.
El coro, abolido por los últimos comediógrafos griegos, no fue restablecido, pero se amplió el papel del canto y de la música. Los personajes cantan muy a menudo, acompañados por la flauta. En la época de Plauto están ya aclimatados a la escena romana los diversos ritmos de la poesía griega. Para compensar la ausencia de la máscara, se recurre a variados juegos escénicos y a la acumulación de peripecias en el desarrollo de la acción, refundiendo normalmente dos obras griegas en una sola (contaminatio).
Ante un público que, poseído de su superioridad romana, no hubiera admitido la posibilidad de ver en escena a un ciudadano romano engañado o ridiculizado por un esclavo, no cabía otro recurso que ofrecerle cuadros de costumbres griegas, en las que todo estaba permitido: mercaderes de esclavos, viejos verdes, jóvenes sin escrúpulos, esclavos avispados, …
La escena, pues, se sitúa generalmente en Atenas, los nombres de los personajes son extraños y, a veces, larguísimos. Y, sin embargo, las obras están salpicadas de alusiones a la realidad circundante, se habla de magistrados romanos o de barrios de Roma. Esta ficción contentaba a todos y no engañaba a nadie. En cambio, la comedia togata, de tema y ambiente puramente romanos, jamás encontró eco en el gran público.
La comedia romana, siguiendo el ejemplo de la tragedia griega, suele comenzar con un largo monólogo, en el que un dios o un gran personaje narra los hechos pasados, expone la situación presente e insinúa el futuro. Este monólogo suele cerrarse con una llamada a la corrección del público que nos permite suponer, y a veces nos explica expresamente, su conducta ordinaria.
La comedia romana es una adaptación de la comedia ática del siglo IV a.C., llamada media o nueva, pero, como hemos visto, introduce el elemento musical, tan grato a la sensibilidad italiana de todas las épocas. Gracias a su parentesco con la comedia griega, la latina nos trasmitió el modelo de obras griegas hoy perdidas.
Pocas y poco fiables son las noticias que tenemos sobre la vida de Plauto. Pueden resumirse así: nace en Sársina, en Umbría, a mediados del s. III a.C. (-251?). Llega a Roma y gana algún dinero en actividades teatrales, no sabemos si como autor o como actor. Se mete en negocios y se arruina, viéndose obligado a realizar trabajos duros y propios de esclavo, como hacer girar la rueda de un molino. Pero en los pocos ratos de ocio escribió comedias y alcanzó tal éxito que pudo dedicarse enteramente a esta profesión. Todo esto es un tanto novelesco. Los propios romanos de fines de la República (-510 / -30) tenían muchas dudas sobre él. Incluso no sabían con exactitud su nombre completo, que probablemente fuera Titus Maccius Plautus. Es seguro que fue un ciudadano libre pero pobre: un hombre del pueblo que supo llegar al pueblo como ningún otro autor dramático de Roma. Murió el año -184.
Fue tan grande el éxito de Plauto que, tras su muerte, empezaron a aparecer obras que falsamente se le atribuían. En el s. I a.C. circulaban ya 130 comedias con su nombre. El erudito Varrón las sometió a un estudio riguroso, histórico y estilístico, y llegó a la conclusión de que sólo 21 eran, sin lugar a dudas, de Plauto. Estas son las que nos han llegado, aunque de una de ellas, Vidularia (Bolsa de viaje), sólo nos queda un fragmento. Veamos algunas importantes:
- Amphitruo (Anfitrión): Júpiter, enamorado de Alcmena, esposa del rey Anfitrión, aprovecha que éste está en la guerra para tomar su apariencia y vivir con aquella. Mercurio asume, asimismo, los rasgos de Sosias, esclavo de Anfitrión. Cuando vuelven de la guerra los auténticos Anfitrión y Sosias, se crea una situación embarazosa, pues son acusados de impostores. Al fin, Júpiter vuelve al Olimpo tras descubrir su identidad. Alcmena da a luz gemelos, uno hijo de su esposo y otro, Hércules, hijo de Júpiter.
- Aulularia (Comedia de la olla): Euclión, viejo avaro, encuentra una olla llena de oro. Intenta ocultar el hallazgo a toda costa y sigue viviendo miserablemente. Se ve obligado a ir cambiando el escondite de la olla cada vez que está en peligro de que se la roben, lo que le hace vivir en continuo sobresalto. Por fin se la roban y casi pierde la razón. Pero la recupera por obra de un joven enamorado de su hija. Termina curándose y regalando el oro a su hija como dote.
- Miles gloriosus (El soldado fanfarrón): Un capitán fanfarrón, enamoradizo y vanidoso, compra a una joven que estaba enamorada de un joven ateniense y también al esclavo de dicho joven. El esclavo arregla las cosas de modo que su antiguo amo venga a vivir a la casa de al lado del militar y se reúna con la joven pasando por un boquete abierto en la pared medianera. Un esclavo del militar los sorprende, pero se le hace creer que es una hermana gemela. Al final, mediante una trampa hábilmente urdida, el capitán queda en ridículo y los jóvenes amantes se marchan juntos.
- Captivi (Los cautivos): Es una obra singular dentro de la producción plautina, ya que encierra un elevado tono moral: Hegión tiene dos hijos. Uno se lo roban los piratas de pequeño; el otro, ya mayor, cae prisionero de los etolios. Hegión compra dos jóvenes prisioneros, Filócrates y Tíndaro, amo y esclavo a su vez, y quiere canjear a su hijo por Filócrates. Para ello envía a Etolia al esclavo Tíndaro para que arregle el canje con el padre de Filócrates. Pero previamente los dos jóvenes habían cambiado sus identidades, y el que va en realidad es Filócrates. Cuando Hegión se entera, castiga duramente a Tíndaro. Pero Filócrates vuelve con el hijo de Hegión para rescatar a su esclavo. Así se descubre que Tíndaro, el esclavo fiel y sacrificado es el otro hijo de Hegión, el que le robaron los piratas cuando niño.
- Otros títulos de obras son: Bacchides (Las Báquides): dos hermanas gemelas dan lugar a hilarantes y escabrosas confusiones. Menaechmi (Los gemelos): argumento parecido al anterior, pero con dos mellizos, uno, perdido cuando pequeño, vive casado en una ciudad; allí llega su hermano y esto provoca equívocos de gran comicidad. Pseudolus (El embustero): un joven está enamorado de una bella esclava de un alcahuete; éste la vende a un militar y espera que venga a recogerla. Pseudolo, esclavo del joven enamorado, se hace pasar por el mensajero del militar y se lleva a la muchacha para su amo.
Todas las obras de Plauto pertenecen al subgénero Fabula Palliata. No son creaciones originales, sino adaptaciones de obras griegas. Los autores griegos adaptados no son los de la época clásica, sino los de la llamada Comedia Nueva (s. IV a. C.), el más importante de los cuales es Menandro.
Tal y como están editadas, las comedias de Plauto constan de 5 actos precedidos generalmente de un prólogo. La división en actos no es de Plauto sino muy posterior. Los prólogos están destinados a contar el argumento de la comedia. Los espectadores romanos querían saber la trama argumental y el desenlace desde el principio. El prólogo lo recitaba uno de los actores de la obra, y con frecuencia un personaje divino que no tenía ninguna otra intervención en la obra, como, por ejemplo, el Lar Familiaris en Aulularia.
Pero, ¿Hasta qué punto se ceñía Plauto a los originales griegos? No es posible una respuesta segura, ya que no conservamos tales originales. Después de rigurosos estudios sobre el tema y de los recientes descubrimientos de papiros con fragmentos de Menandro, puede concluirse que Plauto se tomaba grandes libertades, cambiando escenas y personajes, insertando pasajes propios con alusiones a costumbres romanas, incluso ensamblando en una obra situaciones y personajes de dos obras griegas. Su labor puede caracterizarse como una «imitación creadora».
Los personajes y la trama de las comedias plautinas suelen centrarse en:
- enredos amorosos, sobre todo, de jóvenes de familias ricas que encuentran dificultades hasta que acaban consiguiendo el objeto de sus deseos;
- padres que pierden a sus hijos pequeños y los recuperan de mayores, reconociéndolos por alguna marca u objeto;
- soldados fanfarrones que quedan siempre burlados;
- esclavos astutos, encargados de solucionar los problemas amorosos de sus jóvenes amos;
- parásitos que adulan y adulan para lograr invitaciones a comer;
- celestinas y alcahuetes, dueños de muchachas pretendidas por jóvenes sin dinero; …
A Plauto, por otra parte, le interesa por encima de todo hacer reír. No le quita el sueño la pintura de caracteres psicológicos elaborados. Sólo quiere poner a los personajes en situaciones que provoquen la carcajada, aunque para ello tenga que acudir, como hace con frecuencia, a chistes groseros, alusiones obscenas, situaciones ridículas,…, que eran muy del agrado del público, compuesto en su mayoría por esclavos, soldados y gentes no cultivadas. Fue el autor más popular de todo el teatro latino.
Por lo demás, Plauto posee un ingenio inagotable y un léxico popular riquísimo. Es un insuperable cincelador de palabras, siempre en aras de la comicidad. El griego le ofrece un campo abonado para formar nombre propios ridiculizando los nombre solemnes de la poesía elevada (Pirgopolinices, Polymachaeroplagides) . Cada uno de sus personajes habla como corresponde a su cultura y posición. Igual es la riqueza de imágenes, la vivacidad, la plasticidad de escenas, el sabio manejo de metros variados, el ritmo siempre entonado de la frase. Con su muerte perdió la escena romana su mejor autor.
La fama de Plauto ha pervivido a través de los siglos. Diversas obras suyas han sido imitadas por los más grandes dramaturgos de occidente: Shakespeare (Comedy of errors); Molière (L’avare), Camoens (Os amphitrioes); Juan de la Cueva (El viejo enamorado), son algunos de los ejemplos de autores que han bebido en las fuentes plautinas.
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